neurocultura

El cerebro del escritor (9): Alejandra Pizarnik

En mi interés por conocer los entresijos neurobiológicos de la escritura, siempre me ha fascinado la figura de Alejandra Pizarnik. El modo arrebatador en que utiliza las palabras te desplaza súbitamente a otra dimensión de las cosas.

Pero y ella, cómo era Alejandra, qué sucedía en su cerebro. Aún un misterio…

«Simplemente no soy de este mundo… Yo habito con frenesí la luna. No tengo miedo de morir; tengo miedo de esta tierra ajena, agresiva… No puedo pensar en cosas concretas; no me interesan. Yo no sé hablar como todos. Mis palabras son extrañas y vienen de lejos de donde no es, de los encuentros con nadie… ¿Qué haré cuando me sumerja en mis fantásticos sueños y no pueda ascender? Porque alguna vez va a tener que suceder. Me iré y no sabré volver. Es más, no sabré siquiera que hay un ‘saber volver’. No lo querré acaso.» Alejandra Pizarnik, diarios de 1955-1972.

 

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«Hace veinticinco años —fue a mediados del 57— una mujer me llamó por teléfono para pedirme una entrevista. Mi primera impresión, cuando la vi, fue la de estar frente a una adolescente entre angélica y estrafalaria. Me impresionaron sus grandes ojos, transparentes y aterrados, y su voz, grave y lenta, en la que temblaban todos los miedos. (Me acordé de esa criatura perdida en el mar de un cuento de Supervielle). El diálogo que entonces iniciamos, y que duró poco más de un año, continuó después, ya instalada en París, en cartas que no hacían más que corroborar lo que desde los primeros momentos supe: que con Alejandra Pizarnik, romántica y surrealista, pero por encima de todo, ella, Alejandra, inclasificable y única, algo importante se incorporaba a nuestras letras.

Alejandra me traía, habitualmente, un poema, páginas de su diario, un dibujo (había comenzado a asistir al taller de Batlle Planas). Y ahora lo puedo decir: no podía sustraerme al goce estético que su lectura, su visión suscitaban en mí, y quedaba, en ocasiones, si no olvidada, postergada mi específica tarea profesional, como si yo hubiera entrado en el mundo mágico de Alejandra no para exorcizar sus fantasmas sino para compartirlos y sufrir y deleitarme con ellos, con ella. No estoy seguro de haberla siempre psicoanalizado; sé que siempre Alejandra me poetizaba a mí. La entrega de Alejandra a la poesía era total, absoluta. Fue lo que le permitió resistir —hasta que decidió abandonar la lucha— los embates del viento feroz. La irrenunciable y heroica tarea de acercarse al caos para entrever su ley secreta, de atisbar en las tinieblas para iluminarlas con el relámpago de la palabra precisa y bella fue la tarea que eligió como definición de su destino. (Necesito hacer bellas mis fantasías, mis visiones. De lo contrario, no podré vivir. Tengo que transformar, tengo que hacer visiones iluminadas de mis miserias y de mis imposibilidades… Hoy me apliqué varias horas a Góngora… él «sabía», se daba cuenta de las palabras, de todas y de cada una).

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Siempre confié en Alejandra. Más allá de sus desfallecimientos, de sus abandonos, de sus renuncias, de sus angustias, de sus muertes —de su muerte— sabía yo que estaba salvada, irremediablemente, porque la poesía estaba en ella como una fuerza inconmovible. Y si los poderes oscuros, algunas veces, parecían ganar terreno, no era más que el trámite inevitable para que, después, lo terrible entrevisto se convirtiera en condición de crecimiento y de mayor lucidez. Hasta que Alejandra —hace diez años— decidió interrumpir su búsqueda. ¿Porque había ya encontrado? ¿Porque sintió que nunca encontraría? (Simplemente, no soy de este mundo… Yo habito con frenesí la luna… No tengo miedo de morir; tengo miedo de esta tierra ajena, agresiva… ).»

***
Texto: León Ostrov, del libro: Alejandra Pizarnik. Cartas (Euvim).

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El cerebro del escritor (8): Oliver Sacks

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Acabo de leer «En movimiento», la autobiografía de Oliver Sacks, escritor, neurólogo y ser humano excepcional. Y después de su lectura me he visto impulsada a escribir estas líneas con la inspiración de sus neurohistorias y del magnífico viaje que ilustra su propia vida en un ejercicio de la más auténtica honestidad. Profundo, conmovedor, real. Tanto  ante sí mismo como en la narración de la enfermedad en forma de múltiples novelas que van al corazón del individuo. El paciente no es una «n» más en una serie que se describe en los artículos científicos. Es el protagonista de la historia en mayúsculas, el elemento imprescindible para entender claves del funcionamiento cerebral y de su esencia como persona.

Leer sus relatos, como los casos de los individuos ciegos al color, o aquellos que sufren alucinaciones musicales, o la incapacidad de reconocer sentimientos, intenciones o empatizar con los demás, demuestra la importancia de estudiar con todo detalle cada «caso clínico» (a cada individuo). Las historias de Sacks muestran de un modo muy original que ningún pensamiento mecanístico (el cual aplicamos con frecuencia en la medicina actual), ni los resultados de exámenes realizados con técnicas sofisticadas, pueden sustituir o hacernos comprender la realidad de cada cual.

«A nivel neuronal, la individualidad está profundamente imbuida en nosotros desde el principio. Incluso a nivel motor, los investigadores han demostrado que un niño no sigue una pauta establecida para aprender a caminar o a la hora de coger algo. Cada bebé experimenta maneras distintas de coger un objeto, y en el curso de varios meses descubre o selecciona sus propias soluciones…»

«No hay reglas, no hay un camino, cada paciente tiene que describir sus propias soluciones a los retos que se le presentan…Estamos determinados a una vida de singularidad y autodesarrollo, a crear nuestros propios caminos individuales a través de la vida….»

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La voraz necesidad de escribir, combinar lo clásico y romántico, la ciencia y el relato, transforma la dirección de la vida de Sacks y lo convierte en el médico narrador.

«Tengo la impresión de ir descubriendo mis pensamientos mediante el acto de escribir, durante la escritura propiamente dicha…Para bien o para mal soy un narrador. Sospecho que esa afición a las historias, a la narrativa, es una inclinación humana universal, que tiene que ver con el hecho de poseer un lenguaje, una conciencia del yo y una memoria autobiográfica… El acto de escribir, cuando ocurre con fluidez, me proporciona un placer, una dicha incomparables. Me lleva a otro lugar….»

«En movimiento» explica la vida de un ser humano con una gran sensibilidad, capaz de percibir los detalles de infinidad de vivencias con todos sus matices y describirlos con enorme precisión e inteligencia. A lo largo del libro el lector se siente bañado en la propia emoción de Sacks por la práctica médica, por la escritura y la música, por las experiencias compartidas con tantas personas con las que tiene la suerte de coincidir: científicos, intelectuales, actores…

Narración absolutamente generosa e intensa. Imprescindible para médicos, neurólogos, neurocientíficos, escritores, y cualquier ser sensible.

Gracias, doctor Sacks.

Valor y aprendizaje para estar en desacuerdo

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El ser humano tiende a evitar los conflictos. Abordar cara a cara un problema, expresar abiertamente una opinión que no es la tendencia que ya existe puede ser una tarea ardua. Es más cómodo y seguro refugiarse en el silencio o en lo que opina la mayoría. Seguramente esto tiene que ver con funciones cerebrales que dependen del gasto energético y de la recompensa. Tendemos a realizar conductas de bajo gasto energético, reacciones rápidas de autoprotección y supervivencia, de las cuales obtenemos una rápido beneficio. Como retirarnos del fuego, de un atasco en la carretera, de cualquier cosa que altere nuestra tranquilidad. Para nuestro cerebro es fácil, estamos acostumbrado, hace siglos que la evolución marcó estos circuitos neurológicos, lo cual  ha contribuido a mantenernos vivos. En cambio es mucho más difícil embarcarse en esfuerzos sostenidos, ir a contracorriente, decir que no a la mayoría o a la autoridad. Aunque lo creamos totalmente necesario. Luchar contra las grandes desigualdades, la pobreza, los abusos de poder, requiere muchísimo esfuerzo, y la recompensa, si es que llega, aparecería tras largo tiempo. Evitar abordar los conflictos, grandes o pequeños, es un modo de protección y de mantenerse en bajo gasto energético, lo cual probablemente favorece los programas de supervivencia individual.  Nos adaptamos siguiendo a la muchedumbre. Acabamos haciendo lo que hace todo el mundo aunque dentro de nosotros, una lucecita sabia y constante vaya diciendo: no, no, no, creo que te equivocas, deberías hacer algo….

Paradójicamente, vivimos hoy en un sistema en el cual las estrategias que utiliza nuestro cerebro para la supervivencia individual, fastidian la evolución colectiva.

Me parece interesante plantear la siguiente reflexión. Los más adaptados favorecen y alimentan la corrupción del sistema. Actuar por conveniencia o por miedo, es lo que hace la mayoría. Unos pocos van más allá y rompiendo la frontera de la comodidad tienden a expresar lo que piensan, aunque sea con prudencia, intentando además ponerlo en práctica (esto es lo más difícil; a veces imposible). Existe entonces el riesgo de quedar como  «outsider», inadaptado o simplemente ser tachado de raro. En cambio, intuyo que estas conductas son necesarias y contribuyen en cierto modo al progreso humano. Galileo Galilei pagó bien caro estar en desacuerdo con las teorías astronómicas de la época. Y no hace falta ir a ejemplos de tanto impacto. Seguro que conocemos muchos en nuestro día a día.

Es necesario que las personas se formen en el valor de expresar sus ideas y actuar en ellas. Transformar el conflicto en cambio y crecimiento. Estos ejercicios deberían ser practicados regularmente desde la infancia y estar incluidos en los programas escolares. También es necesario saber hacerlo con habilidad, elegancia y flexibilidad. Como el agua o una nube, adoptando la forma necesaria. Todo un reto para nuestros imperfectos cerebros.

«The truth won’t set us free until we develop the skills and the moral courage to use it». Es lo que explica fabulosamente Margaret Heffernan en este TED talk.

Vivir sin miedo

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Deseos de transformación hacia un mundo mejor, vivir sin miedo, tener el valor de expresar nuestras opiniones y actuar en consecuencia, reconducir las ansias de poder que oprimen a individuos y a grandes grupos, activar a los pasivos, educar en la igualdad, en el entusiasmo, en la compasión, en las emociones, en la creatividad y el verdadero desarrollo humano, luchar como si la transformación fuera posible.

¡Feliz año nuevo!

El cerebro del escritor (5): «Epilepsia y Poesía»

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“Hipergrafia” es el término médico para designar el intenso deseo de escribir que aparece en algunas patologías neurológicas.

Hace unos días leí un artículo muy curioso en la revista NewScientist. Explicaba el caso de una mujer de 78 años que tras ser diagnosticada de epilepsia del lóbulo temporal y recibir una medicación que hizo que las convulsiones cesaran, comenzó a escribir compulsivamente poesía. Previamente esta señora no había sentido nunca curiosidad por la escritura. De repente se encontró a sí misma escribiendo de 10 a 15 poemas al día, y muy disgustada si alguien la interrumpía. Se trataba pues de un caso de «hipergrafia» desencadenada por el tipo de epilepsia que padecía. No obstante, lo sorprendente en esta paciente es que el contenido de su escritura se hallaba muy organizado y mostraba un alto componente creativo, lo cual no siempre sucede en otros trastornos también relacionados con esta intensa necesidad de escribir.

Ejemplo de uno de sus poemas:

To tidy out cupboards is morally wrong
I sing you this song, I tell you I’m right.
Each time that I’ve done it, thrown all out of sight,
I’ve regretted it.

Think of the treasures now lost to the world
Measureless gold, riches unfurled,
Diamonds, sapphires, rubies, emeralds – you must have had them,
All tucked well away.
So

To tidy out cupboards, throw rubbish from sight
(Even the poems you write up at night)
Is morally wrong.
So I’m keeping this one.

La epilepsia es una actividad eléctrica anómala del cerebro. La epilepsia crónica se ha relacionado con una reorganización de los circuitos en el cerebro. En este caso parecía localizarse en el lóbulo temporal, el cual está implicado en habilidades lingüísticas y creatividad verbal. Los expertos piensan que tal vez estos “circuitos poéticos” estaban dormidos mientras la paciente no tuvo crisis convulsivas y se activaron tras la reorganización de conexiones que desencadenó la epilepsia. Haciendo una búsqueda rápida en la literatura científica, encontré otros casos similares, lo cual apoyaría esta hipótesis que relaciona reorganización de circuitos en lóbulo temporal y la necesidad compulsiva de escribir.

51d679fd5206fd732e22d3776c62d605Este ejemplo y otros similares ayudan a conocer mejor las bases neurobiológicas de la creatividad, y en concreto de la escritura creativa. Probablemente la creatividad, caprichosa como es, necesita de una actividad cerebral espontánea de base,  ya existente en el individuo, pero por otra parte requiere estímulos que la pongan de manifiesto o la hagan crecer. Los estímulos pueden ser inesperados como en este caso. No obstante, lo deseado sería que fueran constantes, un ejercicio, un hábito que aprendiéramos desde niños para no morir de aburrimiento o pura repetición. Estímulos mantenidos que renovaran la imaginación y nos hicieran más libres.

¡Qué tremendamente misterioso y bello es nuestro cerebro!

Fuente original de esta noticia: Epilepsy gives woman compulsion to write poems

«Tangles»: una novela gráfica sobre la enfermedad de Alzheimer

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“Tangles: A story about Alzheimer’s, my mother, and me” ilustra las vivencias de la autora, Sarah Leavitt, con su madre, afecta de la enfermedad de Alzheimer.

Sarah Leavitt, escritora e ilustradora, comenzó anotando en un diario los cambios que observaba en su madre. No solamente la pérdida de memoria sino cómo se modificaba su voz, los gestos, la expresión de la cara, la manera de caminar, todo lo que configura las señas de identidad en una persona. Además de textos, sus diarios contenían dibujos que combinó en lo que finalmente resultó esta novela gráfica.

La autora explica cómo el hecho de utilizar cómics le ayudó a reflejar mucho mejor una historia compleja en la que se suceden de manera casi continua, emociones muy intensas.

En este vídeo, ella misma describe algunas ideas sobre la fuerza narrativa que supone combinar palabras y dibujos.

 

El cerebro del escritor (4): llevar el fondo del mar a la superficie

No soy ninguna experta en escritura creativa. No obstante, siento atracción por la escritura e intento entrenar ese deseo cuando el tiempo disponible y mi estado anímico me empujan a ello (debería de ser más constante, lo sé). No soy pues ninguna entendida, pero a pesar de mi falta de profesionalidad y de todas las torpezas que tendría que ir limando, siempre que escribo ficción, historias, relatos… tengo la misma sensación. Es el sentimiento de realizar una tarea de búsqueda en lo más interno de mí, lo conocido, mis experiencias, y lo que me sorprende por no reconocer tan propio -en realidad lugares e ideas que aparecen como hijos desconocidos que acaban de llamar a la puerta-. Esta búsqueda automática (salta un pequeño clic y ya está) luego traza un camino hacia lugares más vívidos de la conciencia, más ligados a algo que sí controlo y modulo voluntariamente: que las ideas tomen sentido, que tengan cierto equilibrio, que transmitan sentimientos…

Mi dedicación a la neurología me lleva a menudo querer saber qué pasa en el cerebro cuando esas sensaciones suceden. Al escribir, tengo con frecuencia la impresión de que se crean diálogos entre estructuras antiguas del cerebro (profundas: núcleos de la base, tronco del encéfalo) y nuevas (como  la corteza cerebral).

Escribir siempre me ha sugerido la imagen de un buceador que nada a pulmón y consigue llevar objetos curiosos a la superficie del mar

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Photo Credit Dejan Sarman/iStock/Getty Images

Un estudio reciente (Lotze et al) muestra que esta idea pudiera estar cerca de la realidad . Los investigadores estudian el cerebro de 23 escritores profesionales, expertos en escritura creativa, y el de 20 voluntarios que no lo son. Utilizan una prueba de imagen funcional que permite analizar la actividad del cerebro cuando está en reposo (resting state functional magnetic resonance). El grupo de escritores muestra un patrón de conexiones cerebrales diferente al del grupo control. En concreto se apreció una mayor conectividad entre el núcleo caudado (caudate: color naranja en el dibujo) y zonas del surco de la corteza intraparietal (IPS: color verde en el dibujo) en el hemisferio cerebral derecho. El caudado es una estructura que corresponde a los núcleos de sustancia gris del cerebro y que pertenece a nuestro sistema nervioso evolutivamente más antiguo. Los surcos de la corteza cerebral corresponden a estructuras que se han desarrollado más tardíamente y por tanto son más nuevas en la evolución. Los escritores mostraron también una menor conectividad entre un hemisferio y otro con respecto a algunas áreas de la corteza temporal (como el área 44, en rosa en el dibujo)».

 

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Fuente del dibujo: Lotze et al

Es interesante pensar que la escritura creativa permite conectar áreas antiguas y modernas de nuestro cerebro. Esto se da fundamentalmente en el hemisferio derecho, el cual está asociado a la creatividad verbal. Favorecer estas conexiones nos hace más flexibles e imaginativos. Desarrollar el hábito de escribir debería ser una actividad a la que se le diera más importancia a lo largo de nuestra formación como personas.

El cerebro del escritor (3): «literatura y recuerdos»

Cuando el escritor escribe ficción recurre a menudo a sus propios recuerdos. Es interesante conocer algunos aspectos de la neurobiología de la memoria para imaginar qué lucecitas van discurriendo por unas y otras redes del cerebro del escritor.

Estructuras cerebrales que participan en diferentes tipos de memoria

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Pero la memoria está en continuo proceso de cambio. Reconstruimos constantemente nuestros recuerdos y así evitamos quedarnos atrapados en una especie de universo atemporal.

Si en nuestra vida diaria todo cambia, vivimos en un fluir de circunstancias y experiencias que van construyendo lo que somos, ¿por qué el pasado debería de ser diferente? ¿Por qué aceptar que el pasado es estático? Probablemente huimos de todo aquello que es fijo e inmutable. No nos gusta. Necesitamos adornar y modificar nuestro entorno. El movimiento es la vida. Y esto sucede incluso con nuestras experiencias pasadas. Estamos paseando y de repente nos topamos con el escaparate de una chocolatería, lo cual nos lleva a la infancia y a la entrada de nuestra vieja escuela. Y de un modo automático, sin darnos cuenta, tomamos el escaparate y a los bombones como parte de lo que hemos decidido como nueva realidad para un recuerdo lejano. Para que no muera de irreal o inmóvil, para que no parezca mentira ni convirtamos nuestro pasado en una polvorienta colección de fósiles.

La lógica podría decirnos que el recuerdo consiste en evocar aquella experiencia que quedó almacenada en nuestro cerebro, y que extraemos abriendo pequeños cajones del gran armario de la memoria. No obstante, un estudio reciente (Bridge y colaboradores) explica que el proceso ocurre a la inversa:

El recuerdo se reconstruye según las emociones que surgen del presente. Rescatamos escenas del pasado y las mezclamos con las nuevas sensaciones y percepciones que vivimos en el “ahora”. De este modo las transformamos en algo del presente.

Al escribir un relato o una novela, utilizamos a menudo nuestros recuerdos, los cuales nos aportan ideas o un pequeño hilo de la historia que luego transformaremos. Según el estudio anteriormente mencionado, la consolidación de la memoria requiere de nuevas versiones aportadas por la huella del presente. En base a ello podríamos pensar que la música que escuchamos, el paisaje que se nos presenta a través de la ventana o el aroma del plato que se está cocinando mientras escribimos, son estímulos del presente que matizarían el recuerdo que se utiliza como recurso literario.

el escritor

¿Es posible entonces que el escritor reconstruya sus propios recuerdos en base a los estímulos de la ficción que escribe en el presente?

¿Son más ficticios los recuerdos de un escritor que los de cualquier otra persona que no acostumbre a escribir como rutina?

Estas son preguntas se me acaban de ocurrir, son cosecha propia y no tienen que ver con el estudio que menciono, pero me pareció interesante la reflexión.

Ramón y Cajal: sólida formación y mezcla de talentos

Lo que suele distinguir a los grandes es la mezcla de diferentes talentos y una fuerte vocación hacia crear y descubrir. Un afortunado equilibrio entre un intenso trabajo de introspección y la manera más eficaz de comunicarlo al exterior.

Santiago Ramon y Cajal

Santiago Ramón y Cajal es un ejemplo de formación integral y creatividad. Su máximo descubrimiento, merecedor del premio Nóbel de medicina en 1906, fue la aportación de la teoría neuronal, la cual introdujo por primera vez la idea de que existían células individuales en el cerebro (anteriormente predominaba la noción de que el tejido cerebral era una especia de magma o sopa compacta), y de que estas neuronas eran las unidades funcionales que mediante complejos procesos de comunicación, determinaban diferentes funciones del sistema nervioso, el pensamiento, la inteligencia, el movimiento.

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Neurona dibujada por Cajal

Cajal era además un apasionado dibujante, escritor de ficción y gran deportista. Frecuentaba diferentes tertulias de intelectuales, como la del Café del Prado, que era una tertulia de poetas a la que también solía asistir el cineasta Luís Buñuel. Allí entablaban conversaciones errabundas que mezclaban las últimas lecturas sobre literatura con los más recientes acontecimientos políticos y científicos.

Cajal decía que es bueno conocer el nombre y las propiedades de todas las flores, pero que es aún mejor crear una nueva flor. Él creó un increíble paisaje neuronal que reflejó en múltiples dibujos. Un bosque encantado que actualmente intentan descifrar miles de profesionales de la medicina y la neurociencia en el mundo.

Dibujos de Cajal

Diferentes dibujos del tejido nervioso elaborados por Cajal

A pesar de que Cajal reunía unas condiciones innatas excepcionales, y básicamente era una flor rara (considerando aquí lo raro como positivo, excepcional y brillante), una formación sólida basada en la mezcla de diferentes disciplinas, puede estimular y desarrollar el talento en todos nosotros.

arbol de CajalImagen de Google el 1 de mayo de 2012, aniversario del nacimiento de Cajal

Es triste ver qué poco se dejan ver estos rasgos en nuestros políticos o personas relevantes en diferentes ámbitos de la sociedad. Es más, ¡qué pobreza humana muestran muchos de ellos! Vivimos en un mundo al revés. A menudo personas de gran talento y capacidad permanecen en el terreno de lo invisible, anónimas y abandonadas en pequeños reductos o financiadas con becas pobrísimas. En fin, inadvertidos.

Para saber más sobre la figura de Ramón y Cajal, os recomiendo este bonito post de la doctora Maria José Mas Mas (http://neuropediatra.org/2013/05/01/ramon-y-cajal/) en su blog neuronas en crecimiento (http://neuropediatra.org/)