Aparecen sigilosos a ladrar al amo, a lamerlo. Despedazan cristales y hojas de jardín con susurros sobre ellos y ellas. Siembran paraguas en el huerto. No sea que llueva y les coja frío en los tobillos. Desmontan las plumas delicadas de la colección del señor Dreifuss, eminente ornitólogo. Sin que él lo sepa. Las necesitan para tejer una sábana ligera con la que apenas taparse en las noches de verano. Si son descubiertos lloran, gritos de pobre alma mía, lágrimas y ronroneos. En cambio ocultan su cara blanda, de pastel poco cocido, bajo los paraguas sembrados. Evitan mirar al señor Dreifuss, a ellos y a ellas. Excavan refugios junto a los topos. Luego sonríen, ya curados de humedad y cieno. Reptiles de un zoo antiguo. Siguen buscando zapatos para disimular que no tienen pies. A cambio poseen nidos de insectos bajo la lengua. Por qué tantos entre los poderosos. Por qué aún más entre los serviles.
-AGC-