Vivimos hoy una época fascinante de explosión en el conocimiento del cerebro humano. Expresiones como el arte, el pensamiento científico y filosófico, la ética y el comportamiento social, tienen su base en funciones biológicas cerebrales en respuesta a determinados estímulos ambientales y a características del entorno. Todo lo que un ser humano crea se genera en el cerebro.
La neurociencia permite enlazar la humanística con disciplinas científicas y crear nuevas áreas de estudio. Una nueva cultura y una nueva manera de entender nuestro comportamiento individual y social.
En este sentido, un artículo reciente publicado por Julia Freund y colaboradores en la revista Science, podría acercar un movimiento filosófico, el existencialismo, a sus bases neurobiológicas.
Uno de los postulados fundamentales del existencialismo es que en el ser humano «la existencia precede a la esencia», es decir, que no hay una naturaleza humana que determine a los individuos, sino que son sus actos los que determinan quiénes son, así como el significado de sus vidas. El existencialismo defiende que el individuo es libre y totalmente responsable de sus actos.
Sartre, uno de los máximos exponentes de este movimiento sostenía que el ser humano está en un proceso continuo de construcción, vamos creándonos y remodelándonos a nosotros mismos según nuestra actitud y nuestras vivencias.
El artículo de Julia Freund, aunque realizado en ratones, explica cómo animales gemelos, genéticamente idénticos, presentan variaciones sutiles en su conducta. Unos tienden a ser más exploradores que otros, se arriesgan más ante los mismos estímulos del entorno o presentan una mayor necesidad de descubrir y aprender. En aquellos que exploran más, su cerebro es capaz de fabricar mayor cantidad de neuronas (aún siendo ratones adultos), se activa lo que se denomina la neurogénesis, la cual tiene lugar en el hipocampo. Las neuronas recién generadas tienen a su vez una mayor capacidad plástica, es decir de aprendizaje.
Esto supone un vínculo entre la conducta exploratoria y la neurogénesis del cerebro adulto, lo cual explica que la plasticidad neuronal, nuestra capacidad de aprendizaje y ese proceso de continua construcción que postulaba Sartre, está mediado por nuestra actitud en la vida. Las diferencias individuales en la conducta reflejan diferencias en la plasticidad neuronal, aún en individuos genéticamente idénticos. Esto ya lo había sugerido el gran Ramón y Cajal con su conocida frase, “el hombre es el escultor de su propio cerebro”.
Por otra parte, la “curiosidad insaciable” también tendría en base a esto su explicación científica: el ser curiosos estimula la formación de nuevas neuronas en el cerebro, las cuales a su vez son neuronas jóvenes, inquietas y doblemente curiosas, que aumentan y perpetúan la necesidad de explorar y descubrir.