evolución humana

Mitos griegos

mitos griegos

Este libro fue un regalo para mi hija mayor y en principio está destinado al ámbito educativo y a los chicos de secundaria. No obstante, la ilustración de la portada y las que observé en una rápida ojeada, así como una lectura de las primeras páginas, me impulsaron a leerlo hasta el final. Me parece un librito delicioso. La mitología griega sigue reflejando a muchos caracteres humanos. Aún podemos identificar entre nosotros seres que se asemejan a los titanes y a los monstruos, también individuos que se otorgan los privilegios de dioses y reyes. No todos jugamos con las mismas cartas en la vida. Tampoco partimos de entornos que nos proporcionen igualdad de oportunidades.

Desarrollo humano o “dioses” rodeados de ambrosías que deciden sobre grandes masas anónimas. ¿Será posible cambiar el rumbo algún día?

 “Al principio de los tiempos, los dioses establecieron su hogar en la cima del monte Olimpo, cerca de las estrellas. En aquel lugar idílico, llevaban una vida de lo más placentero: paseaban con calma por sus amenos y coloridos jardines, celebraban grandes banquetes en sus palacios de mármol y tomaban a todas horas néctar y ambrosía, un licor y un alimento dulcísimos que aseguraban su inmortalidad. Mientras tanto, los hombres hacían su vida abajo, en la Tierra. Habían sido creados con arcilla, y pasaban sus días cultivando los campos y criando ganado”.

Fig mitos griegos

El libro ha sido adaptado de un texto original de la griega Maria Angelidou y las ilustraciones son del artista búlgaro Svetlin.

Escribir como ejercicio de libertad

escribir en libertad

“There are no conditions of life to which a man cannot get accustomed, especially if he sees them accepted by everyone around him”

Leo Tolstoy, Anna Karenina

Nos hemos acostumbrado a no protestar. A ceder frente a las presiones. A aceptar que nos recorten el sueldo y ofrezcan a nuestros hijos una educación empobrecida. A tolerar que mermen el sistema sanitario. Nos hemos acostumbrado no sólo al escaso presupuesto destinado a la investigación sino a que además reduzcan las mínimas becas y oportunidades para nuestros investigadores. Nos hemos habituado a la pobreza, -material y de espíritu-, al desperdicio del talento por falta de oportunidades, a trabajos infra remunerados, al impedimento del verdadero desarrollo humano. Nos hemos acostumbrado a que nos hundan en la miseria. Y todo para mantener un viejo sistema de castas, una jerarquía biológica bastante primaria, en la que unos cuantos controlan y dirigen mediante cuidadas redes de intereses.

¿Por qué? ¿Qué sucede en nuestros cerebros? El miedo podría ser una de las claves. El miedo determina muchas de nuestras respuestas. Tenemos miedo casi siempre. Miedo a decir que no. Miedo a quedarnos solos expresando una opinión. Miedo a sufrir consecuencias por comportamientos que no sean los seguidos por la mayoría. Miedo a ser desplazados o a estar en peligro. El miedo es una respuesta rápida, una estrategia de supervivencia que facilita la huida, la autoprotección: “sálvate”, nos dice el cerebro profundo, el sistema límbico, el tronco cerebral…

Pero sucede a menudo que la estrategia utilizada para salvar el pellejo, esa reacción rápida y de bajo consumo energético, mediada por las áreas más primitivas de nuestro cerebro, entra en conflicto con nuestro bienestar a largo plazo. Decidimos no quejarnos, asumir que nos recorten el sueldo o la calidad de la escuela de nuestros hijos, porque adaptativamente favorece nuestra supervivencia inmediata. No nos ponemos en peligro, hacemos lo mismo que todos, no creamos conflicto ni perturbamos la paz social. Pero a medio y largo plazo, esta actitud se convierte en un boomerang que reacciona contra el propio individuo y todo un colectivo. Seguimos alimentando un sistema tremendamente desigual.

Los cambios a lo largo de la historia han requerido a menudo de revoluciones. Revoluciones importantes para abolir la esclavitud u otras infracciones graves a los derechos humanos.  Las revoluciones son difíciles de gestar. Requieren mucha energía, organización, lucha y perseverancia. Necesitan de la utilización de nuestro cerebro más moderno, el neocórtex, y que en él se efectúen cambios cualitativos, diferenciales. Necesitan tiempo, no se fundan en respuestas rápidas e instintivas. Uno de los principales problemas en estos ejercicios de cambio sustancial, es el mantener la motivación y la energía en grupos muy grandes de personas. Es fácil que se vaya perdiendo el ánimo. También que haya conversiones hacia el sistema antiguo; algunos individuos tienen una tendencia especial a estar siempre al lado de los que ostentan el poder, independientemente de la ideología o maneras que estos poderosos exhiban.

No sé cómo pero necesitamos un cambio. Y no una revolución social ni económica, ni mucho menos violenta o perturbadora de nuestra integridad física. Necesitamos una revolución humana. Nuestro cerebro ha de cambiar. Hemos de viajar hacia el bienestar común y el progreso en lo más auténtico de nuestros valores humanos, los no materiales. Igual que en su momento se abolió la esclavitud más salvaje, hemos de abolir este sistema primitivo que funciona aprovechando que aún estamos gobernados por nuestro cerebro más antiguo.

Evolución y humanización. La cuestión es cómo conseguirlo. Escribir, expresar opiniones y sentimientos es como mínimo un ejercicio de libertad. ¿Por qué no comenzar por aquí? Expresémonos, volquemos nuestras ideas de manera organizada, inteligente y sensible. Este puede ser un pequeño primer cambio en el abandono de nuestras peligrosas costumbres.

Todo está cambiando tan rápido

Aquiles y la tortuga

¿Y si el ritmo de la historia se asemejara a la paradoja de Zenón? Cada fragmento de tiempo es dividido y subdividido en mitades más pequeñas. Aquiles, el corredor griego más veloz, le da una ventaja inicial a la tortuga, confiado él de sus posibilidades. Pero éste no podrá jamás alcanzar a la tortuga. Aunque se acerque a ella y la distancia minve, a cada paso, la separación tiende a no existir pero no será completamente cero, siempre hay otra mitad de mitad de mitad….. que superar.

¿Y si ahora en la ruta de la historia, nos acercáramos a los pequeñísimos fragmentos de la línea de Zenón?

Las primeras etapas, la prehistoria, larguísima, una eternidad. La Historia antigua, también. ¡Oh, qué larga la historia de la antigua China¡ Lo mismo la de Mesopotamia o el antiguo Egipto y no hemos de olvidar a los sabios griegos, siglos de historia. Más tarde continuamos con centenas de años que comprenden las diferentes Edades. La Edad Media, el Renacimiento…Pero conforme avanzamos en la línea, los fragmentos van apareciendo cada vez más cortos. Primero algo menos distanciados, posteriormente esas distancias compiten entre sí, como un corredor que a fuerza de entrenar con empeño, va rebajando sus propias marcas.

¿Es eso cierto? Tal vez. El tiempo parece tener una medida diferente según para qué lo apliquemos. Sí, las etapas de la historia parecen acabarse cada vez antes. Ahora, en nuestros días, vivimos con taquicardia. No tenemos tiempo de entender lo que pasó hoy, toda la información que puede ser relevante y cambiar nuestra manera de comunicarnos. Utilizamos herramientas mágicas que transforman nuestra realidad tan sólo acariciando una pantalla con la yema de los dedos. Nos conectamos en dos segundos con personas que viven a miles de kilómetros, y establecemos unas redes increíbles. Estas redes multiplican exponencialmente las posibilidades de cambio. Una nueva idea se difunde con gran rapidez y a la vez genera muchas otras.

Por otra parte todavía somos terriblemente primitivos en muchos aspectos. Aún estamos al principio de la línea en aquello que precisamente destroza personas, culturas, civilizaciones, posibles progresos. La necesidad de dominar y controlar, la territorialidad y el afán depredador, la genética de los trepadores salvajes, la magnética atracción hacia el abismo del poder. ¿Qué mecanismo biológico hace que el antiguo cerebro depredador sea aún el que guíe la conducta de muchos humanos y el rumbo del mundo? ¿Y por qué no lo es la búsqueda de la belleza? ¿O la persecución de la bondad? ¿El proceso de humanización está todavía en activo? Tras nuestra transformación en homínidos, ¿qué estrategias de evolución le quedan a nuestro cerebro? Me gustaría pensar que en cierto modo, los cambios irían hacia minimizar el “yo” y la supervivencia, para dar un paso a lo colectivo. Avanzar hacia el alcance del máximo desarrollo en nuestras habilidades y talentos, a favor de un beneficio común. ¿Será eso posible? Tal vez para ello necesitemos cambios cualitativos en nuestro funcionamiento cerebral. Desarrollar nuevas conexiones…

Zenón quería demostrar mediante las paradojas que no es posible realizar afirmaciones sobre el mundo que sean consistentes. Así que nos quedamos con las dudas. Totalmente paradójicos.

” Everything is moving so fast, I am unlimited….”, The Great Lake Swimmers (paradójico el ritmo de la música contrastándolo con la letra; extraño vídeo dónde todo se mueve para que todo quede más o menos igual).