Azul

Azul

Azul

La radio y música acuática, un cuento explicado por alguien con voz quebrada. En el cuento aparece un detective que persigue un globo en una casa deshabitada. Es un globo azul, como el azul de los geles de afeitar. El globo flota hasta el techo y es difícil de atrapar, se esconde en la parte de arriba de los armarios, en los espacios perdidos entre los estantes. El detective utiliza una escalera portátil, lo toca pero resbala, no es ovalado,  tiene piecitos como las amebas, salta y casi lo rasga con la uña del índice, pretende atraparlo con el hueco del sombrero. Inútil, se escapa, se hace más pequeño o se hincha. Y en medio de la actividad detectivesca, -tan imposible como generadora de calor-, suena el timbre de la puerta y el detective, que ha dejado el sombrero y la gabardina en el suelo, la abre y se queda mirando a la mujer que acaba de llamar. “Disculpe”, le dice ella, “había olvidado algo”, continúa. La mujer tiene la piel algo azul y es alargada, los dedos parecen cilindros y tiene pómulos y barbilla de etrusca, avanza despacio hacia el armario donde se alojó el globo y se pone de puntillas, extiende el brazo y el globo resbala como si conociera el camino, pasa ligero por sus manos y discurre veloz hasta instalarse en el pecho. La mujer de piel azul, ya recompuesta, se gira y dice adiós al detective, cierra la puerta y se va. El detective retoma el sombrero y la gabardina, se los pone a marchas forzadas, sin ninguna delicadeza, tal vez porque en realidad los siente como accesorios extraños, ya ha visto la facilidad con que se colocan las cosas cuando de verdad pertenecen, y es entonces cuando nota que el sombrero de fieltro huele a rancio y que hace tiempo que no lleva la gabardina a la tintorería.

-AGC-