Mes: septiembre 2013

Mitos griegos

mitos griegos

Este libro fue un regalo para mi hija mayor y en principio está destinado al ámbito educativo y a los chicos de secundaria. No obstante, la ilustración de la portada y las que observé en una rápida ojeada, así como una lectura de las primeras páginas, me impulsaron a leerlo hasta el final. Me parece un librito delicioso. La mitología griega sigue reflejando a muchos caracteres humanos. Aún podemos identificar entre nosotros seres que se asemejan a los titanes y a los monstruos, también individuos que se otorgan los privilegios de dioses y reyes. No todos jugamos con las mismas cartas en la vida. Tampoco partimos de entornos que nos proporcionen igualdad de oportunidades.

Desarrollo humano o “dioses” rodeados de ambrosías que deciden sobre grandes masas anónimas. ¿Será posible cambiar el rumbo algún día?

 “Al principio de los tiempos, los dioses establecieron su hogar en la cima del monte Olimpo, cerca de las estrellas. En aquel lugar idílico, llevaban una vida de lo más placentero: paseaban con calma por sus amenos y coloridos jardines, celebraban grandes banquetes en sus palacios de mármol y tomaban a todas horas néctar y ambrosía, un licor y un alimento dulcísimos que aseguraban su inmortalidad. Mientras tanto, los hombres hacían su vida abajo, en la Tierra. Habían sido creados con arcilla, y pasaban sus días cultivando los campos y criando ganado”.

Fig mitos griegos

El libro ha sido adaptado de un texto original de la griega Maria Angelidou y las ilustraciones son del artista búlgaro Svetlin.

Azul

Azul

La radio y música acuática, un cuento explicado por alguien con voz quebrada. En el cuento aparece un detective que persigue un globo en una casa deshabitada. Es un globo azul, como el azul de los geles de afeitar. El globo flota hasta el techo y es difícil de atrapar, se esconde en la parte de arriba de los armarios, en los espacios perdidos entre los estantes. El detective utiliza una escalera portátil, lo toca pero resbala, no es ovalado,  tiene piecitos como las amebas, salta y casi lo rasga con la uña del índice, pretende atraparlo con el hueco del sombrero. Inútil, se escapa, se hace más pequeño o se hincha. Y en medio de la actividad detectivesca, -tan imposible como generadora de calor-, suena el timbre de la puerta y el detective, que ha dejado el sombrero y la gabardina en el suelo, la abre y se queda mirando a la mujer que acaba de llamar. “Disculpe”, le dice ella, “había olvidado algo”, continúa. La mujer tiene la piel algo azul y es alargada, los dedos parecen cilindros y tiene pómulos y barbilla de etrusca, avanza despacio hacia el armario donde se alojó el globo y se pone de puntillas, extiende el brazo y el globo resbala como si conociera el camino, pasa ligero por sus manos y discurre veloz hasta instalarse en el pecho. La mujer de piel azul, ya recompuesta, se gira y dice adiós al detective, cierra la puerta y se va. El detective retoma el sombrero y la gabardina, se los pone a marchas forzadas, sin ninguna delicadeza, tal vez porque en realidad los siente como accesorios extraños, ya ha visto la facilidad con que se colocan las cosas cuando de verdad pertenecen, y es entonces cuando nota que el sombrero de fieltro huele a rancio y que hace tiempo que no lleva la gabardina a la tintorería.

-AGC-

Para ser humano

Humano

Parece osado pensar que nos movemos entre personas dotadas de diferentes grados de desarrollo humano. Que éste se presenta como un espectro de gradaciones constituido a su vez por algunos rasgos principales de nuestra conducta, más bien nuestra “esencia”. Y que tratar con semejantes que se deslizan por diferentes puntos de esa línea, lo cual a priori podría implicar ser “más o menos humano”, es la principal razón del conflicto entre las personas, los grupos, las sociedades.

Somos diversos, únicos, especiales, pero también muy iguales en base a unas leyes básicas de funcionamiento. Si miramos a los ojos de una persona, atendemos de un modo intuitivo a su color (y también a lo que su mirada nos transmite, algo probablemente muy antiguo, ancestral, como la mirada de los felinos). El iris humano es único para cada uno de nosotros, tiene mil matices, infinitos tonos, podría ser utilizado de igual modo que nuestra huella digital: nos define. En cambio, a pesar de ser único para cada uno de nosotros, éste responde a una fisiología común: cambia de tamaño en respuesta a la luz.

Conjugamos lo básico (común a todo nivel evolutivo) con lo particular, lo que nos define porque puede cambiar (soy más o menos astuto, soy elegante o torpe, muy o poco sensible a las injusticias de mi entorno). Si partimos de que cada nivel evolutivo, desde un punto de vista Darwininano, biológicamente definido, determina rasgos comunes a todos los miembros de una especie, aquello que define a cada persona en cuanto a su conducta e interacción con el grupo, podría determinar su grado de desarrollo. Y aunque el nivel educacional y la influencia del ambiente contribuye a lo que somos de modo importante, esos diversos grados estarían presentes con independencia de la procedencia social, económica o académica. Todos hemos conocido a personajes enormemente ilustrados, que a pesar de su avanzado desarrollo intelectual, nos parecen en algunos aspectos, muy próximos a los lagartos.