Mes: May 2013

Deberíamos de ser todos poetas

A propósito de un fragmento de Alteza Real, de Thomas Mann: “Tengo que confesar que no he tenido otra opción. Siempre me he sentido inútil para cualquier otra actividad humana. Me parece que esta incapacidad indudable e incondicional para cualquier otra cosa es la única prueba y piedra de toque de la profesión de la poesía, tal vez, de hecho, no haya que ver en la poesía una profesión, sino precisamente la expresión y el refugio de esa incapacidad”.

 ¿Y si resultara todo lo contrario? Muchos escribimos a ratos. En momentos en los que nos sentimos tremendamente impulsados a ello. Aunque no lo practiquemos asiduamente por estar dedicados a otras tareas. Si eres poeta arquitecto, como Joan Margarit, escribes versos mientras esperas que te revisen los planos de algún proyecto. Si eres poeta y trabajador, no importa en qué pero trabajas bien lejos de casa, escribes mientras viajas. Si eres poeta y madre, escribes mientras el niño hace la siesta. Y ¿por qué no? Escribir poesía debería ser un hábito generalizado en la mayoría de nosotros. Y qué maravilla de humanidad si así lo fuera. Escribir aunque sea a ratitos. Mientras esperamos que nos sirvan un café y no sabemos qué hacer con nuestras ideas, nuestras manos muertas de inactividad. Mientras hacemos un descanso en el trabajo. Mientras corremos o escuchamos música. Es un modo de refugio. Una concesión a la misericordia. Además de emociones y belleza. ¿Por qué no indagar en ese espacio? ¿Por qué dejarlo morir?

Deberíamos de ser todos poetas.

poesia

Quemaduras

Quemadura solar

La quemadura se comportaba de manera extraña. Había decidido hacerse mayor.  Empezó bajo el lunar milenario de mi antebrazo, esa suave redondita que me corona el deltoides como un pequeño coleóptero. Bajo el parasol, azul de diseño, tú la untabas de pomada amarilla. Yo lo agradecía, -¡oh, adorable criatura!-. El mar, órgano furioso, actuaba de cruel animador, la empujaba al vacío horripilante del codo. Tú seguías intentándolo, pomada hasta los nudillos. Entonces pregunté qué te había acercado a mi toalla, cómo te percataste de mi quemadura, -grado dos hacia tres-, entre escarlata y carmesí. Hablaste con el aplomo de una onda solar.

«Yo también pasé días sobre la arena. Las quemaduras brotaron pronto, en los hombros,  alrededor del ombligo. Traté de curarlas, cubrirlas con pomada amarilla, frenar el mínimo avance. Inútil. Continúan ahí, encarnadas como polluelos recién nacidos».

«¿Pero lo conseguirás en la mía?», pregunté.

Manchas azules -¿reflejos del parasol?- comenzaron a reseguir tu piel quemada. Entonces pareciste liviano, -tal vez ingrávido-, ya separado de algo tuyo, la misma ruta ocurría ahora sobre otras curvas. No era el azul del parasol. Me miraste, -ojos de bacteria-, y comprendí que cualquier nueva forma de vida aparece en el mar.

-AGC-

 

Complejidad o sencillez

Me debato entre escribir poesía o relato. Sueño que tengo ese dilema delicioso. Consumo desesperadamente mis dos segundos de asueto después de estrujar mi agenda nunca acabada, mis miles de proyectos empezados o avanzados un cuarto. Soy un ser complejo. Complejo en mi sencillez. Sencillamente acabo complicándome la existencia. Discurriendo por ramificaciones de algo que comienza pequeño. Se podría decir que busco algo parecido a la belleza. Pero el camino que trazo para alcanzarla no es necesariamente hermoso. Primero complico, luego simplifico.

¿Cómo llegamos a elaborar ideas sencillas a partir de lo que aparenta un entramado terriblemente complejo? Llegar a la sencillez (que no a la simplicidad) a partir de una maraña de información poco clara, es un proceso largo y costoso. Si el tema es difícil «de narices», requiere mucho tiempo y experiencia. Y en cambio en todo existe un conjunto de reglas básicas que suelen ser elementales. Qué difícil encontrarlas (!). Me temo que eso mismo sucederá con el cerebro humano. Cuando lo conozcamos de verdad (o al menos un poco más), tiene que resultar algo mucho más sencillo de lo que a priori aparenta. La naturaleza tiende a menudo esas trampas. Pero finalmente también provee a Linneos y Darwins que nos aclaran la cabeza.

Complejidad

Visita a la exposición sobre el escritor chileno Roberto Bolaño (CCCB, Barcelona, 24 de Marzo 2013)

Me ha emocionado la exposición que se realiza en el CCCB sobre Roberto Bolaño. Refleja muy bien el trabajo y la vida del escritor. Se pueden observar muchos manuscritos originales, y eso ofrece una proximidad especial al autor. Me ha fascinado su letra redondeada y limpia. Sus frases salidas de conexiones nuevas. Territorios diferentes que exploró y dejó a los demás como una ambrosía de regalos y ventanas a otros lugares. Finalmente una combinación de algo fascinante y mágico pero también humilde. La humildad del escritor verdadero. Y por qué no un cierto dolor. El dolor de escribir como una compulsión. No saber qué existe detrás de esa necesidad y en ocasiones, tampoco comprender muy bien el resultado.

 «La novela del futuro debería de ser algo nuevo, más complejo», dijo en una entrevista. Sin saber que sus novelas, sus poemas, su vida confundida con sus textos, ya volaba en ese futuro que él, como persona genial, era capaz de vislumbrar.

Robeto Bolaño