necesidad de escribir

Paterson: la invasión de la poesía

Paterson es una película sencilla y hermosa del director Jim Jarmusch. Me ha interesado especialmente por cómo refleja la necesidad de escribir que siente el protagonista, un conductor de autobús que se encuentra literalmente invadido por el impulso irresistible de escribir poemas. Toda la película está construida en base a las pequeñas cosas que suceden cada día, -levantarse, desayunar, ir al trabajo, regresar a casa…-, descritas como si siempre sucedieran por primera vez, con suma importancia e intensidad.

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El joven conductor de autobús, admirador de la obra del poeta Williams Carlos Williams, se encuentra atrapado en esa realidad de las pequeñas cosas, le obligan a detenerse y realizar un viaje involuntario hacia las palabras. Los versos aparecen tomando el sandwich en su rato de descanso mientras contempla un salto de agua, o a primera hora, justo antes de arrancar el autobús, sentado frente al volante, necesita escribir, impulsado por un motor interno continuo, difícil de calmar.

Williams Carlos Williams, médico y escritor, contemporáneo de Ezra Pound, es uno de los poetas modernistas estadounidenses más innovadores y reconocidos. Como gran admiradora que soy de la literatura norteamericana, me fascina la sencillez expresiva, la fácil comprensión, conjugada a la vez con un afán de experimentar y un intenso lirismo, todo ello volcado finalmente en mensajes tan desnudos como punzantes.

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William Carlos Williams, 1883 – 1963

I have eaten
the plums
that were in
the icebox

and which
you were probably
saving
for breakfast

Forgive me
they were delicious
so sweet
and so cold

El cerebro del escritor (11): Ray Bradbury, el placer de escribir

You write to please yourself. You write for the pleasure of writing.

You learn to live with your crazy enthusiasm. I am not interested in repeating about what we already know. We need poets, we need philosophers. The important thing is to emotionalize stories. I am a dedicated «Madman» and it comes from your own training, every single day of your life.

Ray Bradbury

El cerebro del escritor (8): Oliver Sacks

Unknown

Acabo de leer «En movimiento», la autobiografía de Oliver Sacks, escritor, neurólogo y ser humano excepcional. Y después de su lectura me he visto impulsada a escribir estas líneas con la inspiración de sus neurohistorias y del magnífico viaje que ilustra su propia vida en un ejercicio de la más auténtica honestidad. Profundo, conmovedor, real. Tanto  ante sí mismo como en la narración de la enfermedad en forma de múltiples novelas que van al corazón del individuo. El paciente no es una «n» más en una serie que se describe en los artículos científicos. Es el protagonista de la historia en mayúsculas, el elemento imprescindible para entender claves del funcionamiento cerebral y de su esencia como persona.

Leer sus relatos, como los casos de los individuos ciegos al color, o aquellos que sufren alucinaciones musicales, o la incapacidad de reconocer sentimientos, intenciones o empatizar con los demás, demuestra la importancia de estudiar con todo detalle cada «caso clínico» (a cada individuo). Las historias de Sacks muestran de un modo muy original que ningún pensamiento mecanístico (el cual aplicamos con frecuencia en la medicina actual), ni los resultados de exámenes realizados con técnicas sofisticadas, pueden sustituir o hacernos comprender la realidad de cada cual.

«A nivel neuronal, la individualidad está profundamente imbuida en nosotros desde el principio. Incluso a nivel motor, los investigadores han demostrado que un niño no sigue una pauta establecida para aprender a caminar o a la hora de coger algo. Cada bebé experimenta maneras distintas de coger un objeto, y en el curso de varios meses descubre o selecciona sus propias soluciones…»

«No hay reglas, no hay un camino, cada paciente tiene que describir sus propias soluciones a los retos que se le presentan…Estamos determinados a una vida de singularidad y autodesarrollo, a crear nuestros propios caminos individuales a través de la vida….»

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La voraz necesidad de escribir, combinar lo clásico y romántico, la ciencia y el relato, transforma la dirección de la vida de Sacks y lo convierte en el médico narrador.

«Tengo la impresión de ir descubriendo mis pensamientos mediante el acto de escribir, durante la escritura propiamente dicha…Para bien o para mal soy un narrador. Sospecho que esa afición a las historias, a la narrativa, es una inclinación humana universal, que tiene que ver con el hecho de poseer un lenguaje, una conciencia del yo y una memoria autobiográfica… El acto de escribir, cuando ocurre con fluidez, me proporciona un placer, una dicha incomparables. Me lleva a otro lugar….»

«En movimiento» explica la vida de un ser humano con una gran sensibilidad, capaz de percibir los detalles de infinidad de vivencias con todos sus matices y describirlos con enorme precisión e inteligencia. A lo largo del libro el lector se siente bañado en la propia emoción de Sacks por la práctica médica, por la escritura y la música, por las experiencias compartidas con tantas personas con las que tiene la suerte de coincidir: científicos, intelectuales, actores…

Narración absolutamente generosa e intensa. Imprescindible para médicos, neurólogos, neurocientíficos, escritores, y cualquier ser sensible.

Gracias, doctor Sacks.

El cerebro del escritor (5): «Epilepsia y Poesía»

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“Hipergrafia” es el término médico para designar el intenso deseo de escribir que aparece en algunas patologías neurológicas.

Hace unos días leí un artículo muy curioso en la revista NewScientist. Explicaba el caso de una mujer de 78 años que tras ser diagnosticada de epilepsia del lóbulo temporal y recibir una medicación que hizo que las convulsiones cesaran, comenzó a escribir compulsivamente poesía. Previamente esta señora no había sentido nunca curiosidad por la escritura. De repente se encontró a sí misma escribiendo de 10 a 15 poemas al día, y muy disgustada si alguien la interrumpía. Se trataba pues de un caso de «hipergrafia» desencadenada por el tipo de epilepsia que padecía. No obstante, lo sorprendente en esta paciente es que el contenido de su escritura se hallaba muy organizado y mostraba un alto componente creativo, lo cual no siempre sucede en otros trastornos también relacionados con esta intensa necesidad de escribir.

Ejemplo de uno de sus poemas:

To tidy out cupboards is morally wrong
I sing you this song, I tell you I’m right.
Each time that I’ve done it, thrown all out of sight,
I’ve regretted it.

Think of the treasures now lost to the world
Measureless gold, riches unfurled,
Diamonds, sapphires, rubies, emeralds – you must have had them,
All tucked well away.
So

To tidy out cupboards, throw rubbish from sight
(Even the poems you write up at night)
Is morally wrong.
So I’m keeping this one.

La epilepsia es una actividad eléctrica anómala del cerebro. La epilepsia crónica se ha relacionado con una reorganización de los circuitos en el cerebro. En este caso parecía localizarse en el lóbulo temporal, el cual está implicado en habilidades lingüísticas y creatividad verbal. Los expertos piensan que tal vez estos “circuitos poéticos” estaban dormidos mientras la paciente no tuvo crisis convulsivas y se activaron tras la reorganización de conexiones que desencadenó la epilepsia. Haciendo una búsqueda rápida en la literatura científica, encontré otros casos similares, lo cual apoyaría esta hipótesis que relaciona reorganización de circuitos en lóbulo temporal y la necesidad compulsiva de escribir.

51d679fd5206fd732e22d3776c62d605Este ejemplo y otros similares ayudan a conocer mejor las bases neurobiológicas de la creatividad, y en concreto de la escritura creativa. Probablemente la creatividad, caprichosa como es, necesita de una actividad cerebral espontánea de base,  ya existente en el individuo, pero por otra parte requiere estímulos que la pongan de manifiesto o la hagan crecer. Los estímulos pueden ser inesperados como en este caso. No obstante, lo deseado sería que fueran constantes, un ejercicio, un hábito que aprendiéramos desde niños para no morir de aburrimiento o pura repetición. Estímulos mantenidos que renovaran la imaginación y nos hicieran más libres.

¡Qué tremendamente misterioso y bello es nuestro cerebro!

Fuente original de esta noticia: Epilepsy gives woman compulsion to write poems

George Orwell: Why I Write

why i write

El título de este libro de Orwell, “Why I write” , me hizo pensar que encontraría en él un ensayo sobre la condición de los escritores y la literatura. Y aunque en cierto modo llega a abordar los motivos para escribir, este librito es básicamente un ensayo social y sobre la naturaleza humana.

Lo escribe en plena segunda guerra mundial y realiza un análisis muy personal de la sociedad inglesa y la Europa del momento.

“As I write, highly civilized human beings are flying overhead, trying to kill me. They do not feel any enmity against me as an individual, nor I against them. They are only doing their duty, as the saying goes. Most of them, I have no doubt, are kind-hearted law-abiding men who would never dream of committing murder in private life”.

Orwell muestra aquí también, al igual que en sus novelas, una extraordinaria sensibilidad frente a la desigualdad y la injusticia, las diferencias sociales y el abuso de poder. Refleja unos valores exquisitos y una necesidad de cambio y transformación: «desire to push the world in a certain direction».

Me pregunto por qué no hay más personas en el mundo semejantes a George Orwell. Además del talento para observar y analizar, y el saber ponerse en la piel de los demás, está la valentía para expresarlo, ya sea dándole la forma de una pieza artística o a viva voz.

george orwell

 “Political language is designed to make lies sound truthful and murder respectable, and to give an appearance of solidity to pure wind. One cannot change this all in a moment, but one can at least change one’s own habits, and from time to time one can even, if one jeers loudly enough, send some worn-out and useless phrase –some jackboot, Achilles’heel, hotbed, melting pot, acid test, veritable inferno or other lump of verbal refuse-into the dustbin where it belongs”.

Escribir como ejercicio de libertad

escribir en libertad

“There are no conditions of life to which a man cannot get accustomed, especially if he sees them accepted by everyone around him”

Leo Tolstoy, Anna Karenina

Nos hemos acostumbrado a no protestar. A ceder frente a las presiones. A aceptar que nos recorten el sueldo y ofrezcan a nuestros hijos una educación empobrecida. A tolerar que mermen el sistema sanitario. Nos hemos acostumbrado no sólo al escaso presupuesto destinado a la investigación sino a que además reduzcan las mínimas becas y oportunidades para nuestros investigadores. Nos hemos habituado a la pobreza, -material y de espíritu-, al desperdicio del talento por falta de oportunidades, a trabajos infra remunerados, al impedimento del verdadero desarrollo humano. Nos hemos acostumbrado a que nos hundan en la miseria. Y todo para mantener un viejo sistema de castas, una jerarquía biológica bastante primaria, en la que unos cuantos controlan y dirigen mediante cuidadas redes de intereses.

¿Por qué? ¿Qué sucede en nuestros cerebros? El miedo podría ser una de las claves. El miedo determina muchas de nuestras respuestas. Tenemos miedo casi siempre. Miedo a decir que no. Miedo a quedarnos solos expresando una opinión. Miedo a sufrir consecuencias por comportamientos que no sean los seguidos por la mayoría. Miedo a ser desplazados o a estar en peligro. El miedo es una respuesta rápida, una estrategia de supervivencia que facilita la huida, la autoprotección: “sálvate”, nos dice el cerebro profundo, el sistema límbico, el tronco cerebral…

Pero sucede a menudo que la estrategia utilizada para salvar el pellejo, esa reacción rápida y de bajo consumo energético, mediada por las áreas más primitivas de nuestro cerebro, entra en conflicto con nuestro bienestar a largo plazo. Decidimos no quejarnos, asumir que nos recorten el sueldo o la calidad de la escuela de nuestros hijos, porque adaptativamente favorece nuestra supervivencia inmediata. No nos ponemos en peligro, hacemos lo mismo que todos, no creamos conflicto ni perturbamos la paz social. Pero a medio y largo plazo, esta actitud se convierte en un boomerang que reacciona contra el propio individuo y todo un colectivo. Seguimos alimentando un sistema tremendamente desigual.

Los cambios a lo largo de la historia han requerido a menudo de revoluciones. Revoluciones importantes para abolir la esclavitud u otras infracciones graves a los derechos humanos.  Las revoluciones son difíciles de gestar. Requieren mucha energía, organización, lucha y perseverancia. Necesitan de la utilización de nuestro cerebro más moderno, el neocórtex, y que en él se efectúen cambios cualitativos, diferenciales. Necesitan tiempo, no se fundan en respuestas rápidas e instintivas. Uno de los principales problemas en estos ejercicios de cambio sustancial, es el mantener la motivación y la energía en grupos muy grandes de personas. Es fácil que se vaya perdiendo el ánimo. También que haya conversiones hacia el sistema antiguo; algunos individuos tienen una tendencia especial a estar siempre al lado de los que ostentan el poder, independientemente de la ideología o maneras que estos poderosos exhiban.

No sé cómo pero necesitamos un cambio. Y no una revolución social ni económica, ni mucho menos violenta o perturbadora de nuestra integridad física. Necesitamos una revolución humana. Nuestro cerebro ha de cambiar. Hemos de viajar hacia el bienestar común y el progreso en lo más auténtico de nuestros valores humanos, los no materiales. Igual que en su momento se abolió la esclavitud más salvaje, hemos de abolir este sistema primitivo que funciona aprovechando que aún estamos gobernados por nuestro cerebro más antiguo.

Evolución y humanización. La cuestión es cómo conseguirlo. Escribir, expresar opiniones y sentimientos es como mínimo un ejercicio de libertad. ¿Por qué no comenzar por aquí? Expresémonos, volquemos nuestras ideas de manera organizada, inteligente y sensible. Este puede ser un pequeño primer cambio en el abandono de nuestras peligrosas costumbres.

Deberíamos de ser todos poetas

A propósito de un fragmento de Alteza Real, de Thomas Mann: “Tengo que confesar que no he tenido otra opción. Siempre me he sentido inútil para cualquier otra actividad humana. Me parece que esta incapacidad indudable e incondicional para cualquier otra cosa es la única prueba y piedra de toque de la profesión de la poesía, tal vez, de hecho, no haya que ver en la poesía una profesión, sino precisamente la expresión y el refugio de esa incapacidad”.

 ¿Y si resultara todo lo contrario? Muchos escribimos a ratos. En momentos en los que nos sentimos tremendamente impulsados a ello. Aunque no lo practiquemos asiduamente por estar dedicados a otras tareas. Si eres poeta arquitecto, como Joan Margarit, escribes versos mientras esperas que te revisen los planos de algún proyecto. Si eres poeta y trabajador, no importa en qué pero trabajas bien lejos de casa, escribes mientras viajas. Si eres poeta y madre, escribes mientras el niño hace la siesta. Y ¿por qué no? Escribir poesía debería ser un hábito generalizado en la mayoría de nosotros. Y qué maravilla de humanidad si así lo fuera. Escribir aunque sea a ratitos. Mientras esperamos que nos sirvan un café y no sabemos qué hacer con nuestras ideas, nuestras manos muertas de inactividad. Mientras hacemos un descanso en el trabajo. Mientras corremos o escuchamos música. Es un modo de refugio. Una concesión a la misericordia. Además de emociones y belleza. ¿Por qué no indagar en ese espacio? ¿Por qué dejarlo morir?

Deberíamos de ser todos poetas.

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Visita a la exposición sobre el escritor chileno Roberto Bolaño (CCCB, Barcelona, 24 de Marzo 2013)

Me ha emocionado la exposición que se realiza en el CCCB sobre Roberto Bolaño. Refleja muy bien el trabajo y la vida del escritor. Se pueden observar muchos manuscritos originales, y eso ofrece una proximidad especial al autor. Me ha fascinado su letra redondeada y limpia. Sus frases salidas de conexiones nuevas. Territorios diferentes que exploró y dejó a los demás como una ambrosía de regalos y ventanas a otros lugares. Finalmente una combinación de algo fascinante y mágico pero también humilde. La humildad del escritor verdadero. Y por qué no un cierto dolor. El dolor de escribir como una compulsión. No saber qué existe detrás de esa necesidad y en ocasiones, tampoco comprender muy bien el resultado.

 «La novela del futuro debería de ser algo nuevo, más complejo», dijo en una entrevista. Sin saber que sus novelas, sus poemas, su vida confundida con sus textos, ya volaba en ese futuro que él, como persona genial, era capaz de vislumbrar.

Robeto Bolaño